Después de su resurrección, Jesús se aparece a sus discípulos y los instruye: «Quédense en Jerusalén hasta que reciban el poder que viene del cielo».
Siguiendo las instrucciones, los discípulos esperaron hasta el día que con poder estruendoso se derramó el Espíritu Santo sobre ellos.
Inmediatamente estos primeros creyentes se lanzaron con mucho valor a proclamar las buenas noticias de salvación al mundo entero.