Seguramente ya te diste cuenta que el título de este artículo es similar al dicho ese de Mahoma y la montaña, y desde luego que sí, pero en este caso el propósito es enseñarte lo que deberíamos saber todos los cristianos, y que hemos dejado de hacer y requiere de nuestra pronta atención.
En mis años de cristiano he podido conocer a muchos ministerios, muchas iglesias y proyectos evangelisticos, he participado de ellos y brindado mi apoyo ministerial en algunos, pero siempre me ha llamado la atención en todos esos ministerios su insistente trabajo entre las cuatro paredes de sus templos. Aunque hagan evangelismo en las calles su mentalidad y corazones siempre están encerrados en el templo.
¿Ya vas captando a donde quiero llegar? Pues es lo que sucede hoy en día con todas las iglesias en el mundo. Solemos decir que somos la iglesia de Cristo, imitadores de Él, pero cuando vemos dentro de sus corazones no llegan ni a los rastros de los que Jesús dejó. Simplemente desconozco cuál es el factor que impide que las iglesias salgan de los templos para llevar a Jesús a las calles.
Por muchos años todas las actividades de la iglesia se han hecho solamente en nuestros templos, esperando así que las personas vengan por si solas a Jesús. Por miedo o por falta de visión nunca se han atrevido a llevar todas sus actividades a donde se encuentran las personas sin Jesús. En algunas iglesias el acercarse a las personas no cristinas es sinónimo de impureza espiritual, y es una práctica que miran con ojos de rechazo.
Lamentablemente hemos olvidado el gran ejemplo que Jesús nos dejó durante su ministerio en la tierra. Rechazamos a las personas porque nos van a “contaminar”, porque piensan de manera diferente a nosotros, o porque “un hijo de Dios no debe mezclarse con el mundo”. De ese modo terminamos alejando a las personas de Jesús, y nos preocupamos más por nosotros que por aquellos que mueren sin salvación.
Ya no somos la iglesia que nos narra el libro de los Hechos. No visitamos los barrios pobres llevándoles ayuda social y palabra de Dios; no vamos a los hospitales ni tampoco a las cárceles. No predicamos en buses, mercados, plazas, colegios y universidades. Nos hemos atrincherado dentro de los templos y nadie nos saca de allí. Y esperamos que nuevos creyentes vengan a Jesús y también se encierren con nosotros.
Con estas palabras mi intención es reprender todo pensamiento religioso y falta de visión, que nos convirtamos a la luz de la palabra de Dios en la iglesia, que como Jesús, se siente a comer con pecadores, interactúe con los moribundos, abrace a los ladrones y de libertad a los endemoniados. La iglesia somos nosotros, no el templo donde nos reunimos; y eres tú (la iglesia) quien está enviado a llevar las buenas nuevas al mundo, siendo sal, siendo luz, siendo como Jesús fue.
Abracemos el amor genuino de Dios y entreguémoslo completo a quienes lo necesitan. Pidamos para que nuestros corazones aprendan a tener compasión por las personas y sus almas, y que con el Espíritu Santo tengamos motivación ferviente de llevar a Jesús a las personas.
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