Se cuenta de una joven que creía ser poetisa. Por lograr la publicación de sus poesías visitó diferentes editoriales. Aunque fue de una editorial a otra, rara vez logro hablar con otras personas que no fueran las secretarias.
Por fin obtuvo una entrevista con el editor de una importante revista. El corazón le palpitaba nerviosamente mientras la recepcionista la conducía al despacho del editor. Confiaba en la excelencia de sus poesías pero sabía que la gran tarea era “venderlas” al editor.
Tan pronto se hubo sentado frente a su escritorio, el editor le pregunto concretamente que tenía en mente. Le respondió que había compuesto algunas poesías que le gustaría que fuesen publicadas en la revista.
─ ¿Poesías? ¿Sobre qué? ─inquirió el editor─ .
─ Poesías de amor ─respondió ella─.
─ ¡Aja! ─dijo el editor─.
Luego concretamente le preguntó?
─ Bien, ¿qué es el amor?
Era el momento de “vender”. La joven entono los ojos extasiada, suspiro y dijo:
─ Amor es llenar el alma con las bellezas de la noche bajo la trémula luz de la luna que titila sobre un estanque de fragantes litios en flor y….
─ ¡Basta! ─dijo cortantemente el editor─. Esta equivocada, muy equivocada. Le diré que es amor: Es levantarse alegremente de una cama tibia a media noche para llenar botellas de agua caliente para un hijo enfermo. Eso es verdadero amor. Perdone, pero me parece que no podremos utilizar sus poemas.
El editor tenía razón. Amor es más que hermosos sueños. Cuando se traduce al diario vivir, amor es desinterés, es bondad, es atención esmerada. El amor es una forma de vida.
Y no existen muchas formas de mostrar nuestro amor que entregando todo de nosotros a los que nos necesitan. Un claro ejemplo de este amor es el relato conocido del buen samaritano. Este hombre dejo todo prejuicio; no le importó lo que los demás pensaran de él, ni siquiera le intereso su reputación. Solo le importo la vida del hombre casi muerto. Lo tomó en sus brazos, vendó sus heridas, y pago a alguien para que cuidara de él hasta que sanara.
No hay mejor forma de demostrar nuestro amor a los demás que dándonos nosotros mismos. Dar cosas materiales, por valiosas que sea, jamás será como ofrecer nuestro afecto, nuestro propio ser. Y la verdadera ofrenda es incondicional: ''Damos porque amamos''.
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